domingo, 23 de noviembre de 2014

Leyendas entre pucheros

Estoy sentado en el hogar. En los pucheros de barro de Santa Cruz de Moncayo se están haciendo las judías pochas. Han llegado a casa con las setas de Moncayo. Por el reflejo del cristal adivino la presencia de la montaña. Tomo un libro. Lo abro lentamente. Ante mis ojos van desfilando brujas, demonios y castillos encantados. Somnoliento, me sumerjo en ellos.
"El poeta y las musas" G.A, Bécquer
De repente, como por encantamiento, un monje me persigue sigilosamente por el claustro de Veruela, quizás por haberme bebido el vino.  Yo no corro, vuelo. Veo allí a las chordoneras de Añón saltar de risco en risco. Aquí un rumor de mil hojas que agita los vientos. Una corza blanca se vuelve para hablarme. Me agarro desesperado al pilar de San Antón. Hay fiesta en el pueblo y las migas y el embutido no faltan. Salto la hoguera, -me quemo el culo-, -cierzo seguro- me contestan los bosques de hayas.  Aterrizo junto a una fuente. Unos ojos verdes me hablan. Me acerco sigilosamente. En el fondo, entre las aguas, las ninfas me esperan. Escucho la voz de Moncayo.

Me ha despertado el tintineo de un cascabel. Salgo hacia la calle, hay mercado en la plaza de Tarazona. Paso por la recocina. Sobre la mesa, manchada de harina, alguien ha dejado un libro de rimas y un sombrero de copa. 

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